¡Sorpresa! Cuando os decía hace un par de semanas lo mucho que ha cambiado mi vida y mi rutina laboral, me refería a que en casa ahora somos tres: mamá, papá y bebé. Tengo un pequeñajo de ocho meses y desde que está con nosotros nos ha revolucionado la vida. Pero como aquí solo vengo a hablar de trabajo, no me voy a perder en los detalles que no os interesan y hablaré de cómo ha afectado esta nueva situación a mi vida laboral.
Trabajo en casa, eso ya lo sabemos, es así desde hace ya varios años. Y tengo un bebé veinticuatro horas en casa (no tantas, que al crío lo sacamos a la calle también). Si no tenéis relación con bebés, tal vez penséis que esto de trabajar en casa es una suerte porque así está con mamá y yo paso tiempo con mi niño feliz y tranquilo mientras tecleo en el ordenador. Tal vez lo imaginéis a mi lado, jugando cómodamente con sus juguetitos en su colchoneta en el suelo mientras yo, concentradísima, traduzco libros. Si tenéis bebés, sabréis que eso es una utopía. Cuando yo aún no tenía ni intención siquiera de crear vida y la gente me decía: «Ah, que trabajas en casa, qué suerte, así cuando seas madre podrás estar todo el día con tus hijos» yo siempre contestaba que sí, que era una suerte. Y no me maliterpretéis, en parte lo es, pero en el lado afectivo de la ecuación: poder estar todo el día con mi hijo es una maravilla, no perderme nada, acompañarlo en todos sus pasitos por esta vida, ¡qué bonito! En realidad, no quisiera cambiar mi situación por ninguna otra. Sin embargo, por el lado laboral es un caos. Un caos total. No, un bebé no se queda dormidito en la cuna todo el día mientras yo trabajo, ni juega solo más de quince minutos seguidos, ni me ve, sonríe y sigue a lo suyo. Al menos mi bebé no. Y eso dificulta mucho mi trabajo. ¿Cómo lo hago? Pues bueno, trabajo a media jornada, por lo que también limito traducciones porque no me da la vida para seguir el ritmo que seguía Antes de Bebé. Y en la media jornada que trabajo, que, ahora es la tarde (en otras semanas es la mañana), tengo que atenderlo para darle el pecho, hacer pausa para la merienda (no, no es lo mismo que el pecho, en la merienda come fruta) y levantarme mil veces porque se queja, se está riendo y no quiero perdérmelo o simplemente me apetece darle un achuchón. Si cuando decía que era un caos no me lo estaba inventando. Para colmo, esta situación pandémica. Nuestra intención es que empiece a ir a un centro infantil en septiembre, pero depende mucho de cómo siga la situación, aunque tengo esperanza en que estará mucho mejor; sinceramente, me da pánico con él.
¿Os acordáis que os comenté que tenía algunas ideas para el blog? Pues me refería a esto, a contar (solo de vez en cuando) mi aventura trabajando en casa con un bebé. Seguro que de aquí sale alguna anécdota divertida y también me parece interesante que se conozca lo que es una mamá trabajadora autónoma que, además, trabaja en casa. Qué bonito todo. Y, ahora, mamás del mundo en mi misma situación, ilustradme: ¿cómo lo habéis hecho?
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